domingo, 31 de agosto de 2008

“El Capote” de Nicolai Gogol


Hombre y fin, fin y hombre.


Largos son el tiempo y la tradición que nos señalan el carácter teleológico de la existencia del hombre. Común es identificar con esto, aquello que Aristóteles señaló como felicidad. Consiste en algo así como perfeccionarse como hombre gracias a la actividad de la razón.

Fin del heredado concepto. Punto.

No olvidemos que si bien Aristóteles proclama que los valores del alma son los valores supremos, su fuerte sentido realista hace que reconozca una utilidad a los bienes materiales, como es obvio, en cantidad necesaria. Aunque con su presencia no garantizarían la felicidad, estando ausentes pueden comprometer el ser feliz.

Parece algo novedoso, pero en realidad forma parte de otra herencia clásica. Punto de nuevo.

Al personaje del cuento de Gogol, da vuelta todo esto. Para él la felicidad misma consistió en un nuevo capote. Podríamos decir que el capote nuevo no solamente vino a reemplazar al viejo y deshilachado capote anterior, sino que también vino a acompañar al gran placer de la copia prolija que llenaba la vida del personaje.

Empleado público, burócrata que no cuestiona y que funciona como máquina, con un capote horriblemente gastado y una presencia que ni siquiera merece ser llamada con dotes de presente. Muere, y fue como si nunca hubiera vivido. Como esas personas que todo lo hacen sin pena ni gloria. La reacción lógica es pensar que es un pobre diablo.

Las preguntas son ¿Porqué el personaje es un infeliz? ¿Qué nos diferencia de él?

Creo que delimitar las razones de la infelicidad de otra persona, aunque sea una caracterización imaginaria brotada de las entrañas neuronales del autor, es una falta de respeto. Simplemente por la respuesta que si creo que puede dársele a la segunda pregunta. No existe diferencia entre el personaje y nosotros. Convengamos en que no todos vamos a convertirnos en espectros vengadores roba objetos determinantes de nuestra existencia. Pero salvo esto, nos parecemos en todo.

Todos nosotros somos burócratas por el simple hecho de haber nacido en este mundo papelístico y engorroso. Todos nosotros disfrutamos de algo que puede ser igualmente estúpido como nuestra ocupación y como llevarnos trabajo a casa. Pero claro, lo sentimos reconfortante y hasta estimulante. Quizás sea una de esas mentiras que sirven como defensa. Quizás hasta la vocación sea una excusa para hacer más soportable y darle algún sentido a la existencia. Todos nosotros formamos parte de un entorno cruel, y hemos sido objeto de la burla circundante. Y quizás adelgazar o cambiar el peinado hayan hecho que pertenezcamos más a ese entorno. El personaje se compró un capote nuevo y su vida cambió mágica y trágicamente. ¡Qué linda pareja hacen lo mágico y lo trágico! Ese dejar de ser un poco nosotros para ser un poco ellos trae estas notas insertas. Todos nosotros, alguna vez, hemos tenido una meta con la cual soñamos. No importa si se trata de una nueva prenda, de un título, de una familia. Es una meta y clásicamente tiene que existir. Lo que no decimos es que puede cambiar. De la copia perfecta al capote. De la soledad a la familia. De la familia a la soledad. De la nada al todo. Del todo a la nada. Hay metas que nos las fijamos conscientemente. Obviamente primero interiorizamos el mandato de la meta obligatoria y después fijamos su carácter. Lo que parece que ignoramos es que tenemos una meta inconsciente, no elegida pero inherente a nuestro ser. Es la muerte. Heidegger plantea que el Dasein es ser para la muerte. Todos nosotros caminamos inevitablemente a esa meta. Todos nosotros vamos a empezar o a cerrar algún cementerio personal. Quizás dejemos algún legado, quizás no. Quizás impregnemos nuestra vida o la de otros de felicidad o no. Pero inevitablemente todos vamos a morir. Nos inventamos metas para llenar ese vacío que provoca en la vida el percatarse de la no-vida. Los fines en la vida del hombre son paños fríos que intentan calmar la fiebre del gran final inevitable.

sábado, 23 de agosto de 2008

“El cuerpo y la génesis de la perspectiva. Entre el Renacimiento y la imagen digital”, de Víctor del Río

Andrea Vesalio fue un verdadero revolucionario en lo que se refiere a lo científico, ya que se opuso a la antiquísima tradición galénica, y por tanto a la petrificada por una parte y cotidiana por otra, actitud que concedía autoridad suprema a los textos de los “grandes” clásicos. Quienes dicen que Vesalio se oponía a Galeno, caen en un error, ya que la crítica no iba dirigida a la medicina galénica, sino a los médicos que basaban su saber en las obras de Galeno, en vez de aprender diseccionando cadáveres personalmente.

Algunos hablan de los errores de Galeno en lo que respecta a la disección de cuerpos animales. Se habla también de los errores de los lectores de Galeno. La temática referente a la relación entre autor-contenido-lector se parece a una lucha donde la subjetividad misma genera una cuestión dificultosa.

Volviendo al núcleo de lo que nos compete, podemos afirmar que la concepción moderna del cuerpo es la llave que abre la puerta grande a la anatomía como una práctica propiamente experimental y humana.

Aunque no parezca, la dimensión artística es necesitada por las ciencias. Esto se ve reflejado en que la anatomía moderna, no podría ser lo que es, sin la representación del objeto principal, o sea, del hombre.

Entre los siglos XIV y XV, la enseñanza de la anatomía adquiere la característica de la experiencia, mediante las disecciones públicas. Nosotros, que somos hijos del constructivismo, donde lo empírico actúa como principal motor del proceso de enseñanza-aprendizaje, quizá no podamos darle a este acontecimiento, la magnitud que realmente ha tenido.

En cada una de las clases de anatomía, Vesalio muestra los órganos diseccionados y grafica aquellas partes que no se aprecian tan visiblemente. Desocultar las piezas del cuerpo forma parte del programa catedrático. Lo que se hace es revisar las partes y el funcionamiento de las mismas en el cuerpo.

Del Río sintetiza diciendo que “el proceso del cuerpo viene asociado a la generación e interpretación de una imagen”.

La anatomía no puede existir sin la representación del cuerpo.

Da Vinci empleaba el método escultórico de “angiología”, mediante el cual lograba la reubicación de aquello que en el cuerpo vivo funcionaba y que en el cuerpo muerto lo forma. Este paso de “función” a “forma” surge de una descontextualización que es propia al procedimiento de la disección. La misma cosa se ve de dos maneras, estética y funcional.

La representación juega también un papel importante en el lugar en el que se llevan a cabo las didácticas disecciones. Algo así como un teatro. Antes no me hubiera gustado llamarlo así, ya que para mí las representaciones culturales eran cosas de vivos. Benjamin me enseñó que no.

En esta estructura arquitectónica, el cuerpo humano está presente. Es quizá su mismo fundamento. Estudiar el cuerpo transforma también el espacio circundante. La perspectiva es esto mismo. Para comprender esto, podemos imaginar que los conceptos de “cuerpo” y “perspectiva” se hayan mediados por una flecha de doble punta. La escenografía es el hilo que los une, aunque ya se encontraban indefectiblemente juntos.

La perspectiva cónica se basa en representar un cuerpo tridimensional en un plano bidimensional, mediante rectas que pasan por un pinto. El resultado se asemeja a la visión que resultaría si en ese punto estuviera el ojo.

El hombre es el centro.

La visión humana no puede ver la totalidad del mundo. Es limitada de por sí, y aquello que es ocultado se representa en una profundidad que toca lo ilusorio mismo. La visión es selectiva. Se juegan en esto la relevancia y su falta. Reconocemos gracias a esto.

Correctamente Del Río, designa como adherida a la necesidad, a la relación entre el comprender la estructura corporal y el representar limitado de la perspectiva cónica. Dice “sólo en la medida en que se oculta a la mirada una parte del todo es posible comprender su función desde esa visualidad”. Otra frase que resume el todo que el arte nos provoca.

La imagen digital es una nueva manera de representarnos el mundo. Pero que tiene en su centro, en su misma esencia y en su finalidad al hombre. Se recrea el punto de vista. Es correcto usar el término de “recreación” ya que la nueva concepción del punto de vista es deudora de aspectos tradicionales, como la geometría, de la cual los Renacentistas han tomado referencia.

Pensemos en cada una de las palabras de este informe, de los conceptos y de todo lo que acarrean. Pensemos en la tinta y en el papel que las han corporizado y que permiten su lectura. La génesis de todo esto y su utilización teórica o práctica adquieren un sentido, que se los dona la caracterización de lo propiamente humano.

"El puente sobre el río del búho" de Ambroise Bierce


La economía de las invenciones humanas es algo que realmente sorprende. Quizá no sorprenda a todos, pero a mi sí. Me refiero a la maravilla de la multi-utilidad que el hombre le sabe dar a la misma cosa. Un claro ejemplo es la finalidad de los puentes, que unen y desunen. Puede esto ser una manifestación más entre el millar que ya conocemos de que las cosas poseen en su mismo ser dos características opuestas.

Los puentes inclusive adquieren características humanas. Se tornan bondadosos cuando sortean las dificultades propias de un río turbulento, o quizá profundo, o incómodo, o no cómodo para la calidad de vida de una población humana. El puente que se construye es casi heroico cuando logra que un grupo de niños llegue a la escuela sin tener que mojarse hasta el cuello. Para eso es que se hacen puentes.

Una vez establecido en su bonanza unitiva, como toda creación humana, puede usarse con otra finalidad, inclusive contraria a la primitiva.

De una manera misteriosa, el suicida o el condenado encuentran en el puente un trampolín que actúa como propulsor y como tijera. Cuando nos arrojamos desde un lugar alto hacia otro, nos sentimos miedosamente vivos. Este trampolín corta el hilo que une al futuro difunto con la vida resaltadamente vital sentida desde el salto.

Potencialmente ahorcados, o quizás ahogados por el peso de una piedra amarrada a su cuerpo, o quizás movidos por el peso de la angustia, recorren desde el apoyo en un espacio específico del puente hasta la abolición sensorial producida por la muerte, una especie de camino.

Estoy casi instintivamente segura de que este trecho debe estar impregnado de lo que hace al hombre propiamente hombre, o sea de pensamientos.

Siempre creí en esto, aunque nunca supe de que estarían formadas esas imágenes, si de recuerdos de la infancia, de alucinaciones, de extractos sensitivos de ese momento que está aconteciendo…

Puede parecer iluso de mi parte, pero también creo que la gente no sufre al morir. Suena extraño, pero lo creo. Supongo que el itinerario recorrido por el futuro muerto, debe de dolerle y demasiado. Pero creo también que en un punto ese dolor debe parar. Me imagino algo así como un bloqueo sensorial. Como si las células del sistema nervioso cargadas vitalmente de eléctrica energía bajaran su tensión acrecentada por el dolor e introducirían en un letárgico estado. Quizá sea un consuelo, quizá no. No lo sé y tampoco quiero saberlo. Me encanta mi ignorancia respecto al tema y las telas cargadas de imaginación que me produce. Creo que es uno de los pocos temas que me dejan libertad para pensar lo que yo quiera, o lo que yo sienta, o lo que a mi me gustaría que sea.

De todo esto, creo comprender ciertamente algo. Todo lo que el hombre hace mediante la capacidad que le es propiamente suya, mediante el pensamiento, responde al instinto más básico, el de supervivencia, inclusive estando colgado de una soga atada el cuello, pendulando entre la vida y la muerte.

Entre lo alto y lo bajo, siempre se tiñen de múltiples maneras, las diferencias propias.

Las pirámides construidas por diversos pueblos con la pretensión de llegar al cielo, evidencian la unión con lo religioso y la mediación de la altura para ello. Lo bajo es lo caótico, el río cambiante e infinitamente fluyente.

El puente sortea gracias a su altura y a su estructura apolínea, las vicisitudes locas del río. El punto de intersección entre la vida alta y la muerte baja podría ser el botón que activa y desactiva la misteriosa experiencia de morir.

"Carta de Paris" y "La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica", de Walter Benjamin

En el año 1962, Anthony Burgess publica una novela titulada “La naranja mecánica” y en 1971, Stanley Kubrick la lleva al cine.

El título, que en inglés es “Clockwork Orange”, alude a una expresión que podría traducirse como algo semejante a “tan raro como una naranja mecánica”.

Creo que esto responde con claridad a la interpretación dada por el autor, que se enarbola respecto a la aplicación de los principios conductistas, o bien pavlovianos, o bien mecánicos, a un organismo que posee características que le son propias, por ejemplo, la fruta, que es dulce y tiene color.

Considero que desde aquí podemos pensar el concepto de “aura” que introduce Benjamin. Designa “el aquí y el ahora” de la obra de arte, que se destruye al reproducirse y que por tanto, no se impregna en la copia.

Una pintura o un grabado originales, son obras auráticas que manifiestan irrepetiblemente una lejanía. Una taza comprada en el Museo Nacional de Bellas Artes con la imagen de La Guitarra, de Juan Gris, ha perdido su aura. Se encuentra cercana a mí, no solo en términos espaciales sino también de pertenencia, o más propiamente de posesión. Y también se encuentra distante, kilométrica y eternamente alejada de su original. La obra de arte que es reproducida técnicamente encuentra atrofiada su aura.

Respecto de la obra mencionada anteriormente, me gustaría hacer una mención especial. Colocar los folletos que ilustran, de alguna manera, sin ningún sentido a una muestra “x”, en este caso, referente al cubismo, al comienzo del recorrido, le quita toda la magia a la cuestión. Parece que la gente tiene una maldita compulsión por buscar la foto en el papel de la obra de arte que tienen delante de sí. ¿Por qué? Puedo afirmar con un gran porcentaje de seguridad, que es porque el folleto es poseído por el observador. Inclusive me parece que buscan la coincidencia para tener la certeza de que al llegar a casa se seguirán adueñando de ella. ¿Dónde habrá quedado la contemplación reflexiva de la obra de arte? Creo que hasta esta pregunta se ha perdido, en esta época del flash y de la instantaneidad.

Dentro de las obras no auráticas, se sitúan el cine y la fotografía. En ellas no es posible contemplar lo que rodea a la manifestación visual, que no es algo secundario, sino que formaría parte de su ser artístico, ya que enseguida el ojo es shockeado por una nueva imagen, la cual es reemplazada al instante por otra. Y así indefinidamente.

En la idea de producir fotografías o cine, se encuentra el concepto de repetibilidad, por lo cual la copia y el primer ejemplar, tienen el mismo valor y la misma significación, si es que puede hablarse propiamente en estos términos. Por tanto, la fugacidad y transitoriedad son partes obvias de esto, como así también el valor exhibitivo, que se contrapone al valor cultural de la obra de arte.

La naranja pierde su nota propia de color y dulzura solamente con imaginárnosla mecanizada.

La obra de arte pierde su aura al reproducirse técnicamente.

La época, el paradigma vigente, el temple del autor, la textura, el perfume de los colores (si, el perfume de los colores, como así también hay colores en las voces) y su vivacidad u opacidad, se pierden en la reproducción.

Qué paradójico encuentro, el poder reflexionar desde el aura que es propia de la obra auténtica, desde una novela reproducida técnicamente por la imprenta y llevada luego al cine. Creo que esto puede deberse a que en todas las cosas podemos encontrar positividad y negatividad. La masificación de los productos culturales y artísticos gracias a su reproducción nos trae a la conciencia que en esa multiplicidad hay defectiblemente una referencia a lo original y peculiar. Si el arte no llegara a nosotros de esta manera, probablemente no llegaría. Seguiría escondido en algún convento. Y sería prácticamente imposible reflexionar sobre él. Creo que el poder pensar en lo sublime desde lo mundano, o el valorar desde lo que se nos ha hecho cotidiano, aquello único de lo cual procede, es un método que puede llegar a conducirnos al aura de la obra de arte la cual es originariamente propia. No todos tendremos la posibilidad de rastrear nuestras obras predilectas originales, que conocemos gracias a sus reproducciones, pero aunque pueda sonar conformista, la plenitud del alma generada por el aura, aunque sea de una sola pintura, vale la pena todo esfuerzo.

Filosofía Parcial y Filosofía Total


Una aproximación a dejar la supuesta filosofía intocable de las Ideas, que acentúa la parcialidad, para dar lugar a la filosofía de la Vida, que dentro de su carácter totalizante, también incluye a la Muerte.


La filosofía que conocemos habitualmente, la clásica, la oficial, tiene como principal exponente a Platón. De ninguna manera nos proponemos descalificar a este gran filósofo, sino simplemente señalar que frente a los hechos que nos han salido al paso, resulta insuficiente. Analicemos los puntos más importantes de su doctrina:

El género literario elegido por Platón es el diálogo y privilegia como método a la dialéctica. El dualismo define su filosofía. La tradición filosófica marca como gran descubrimiento platónico a las Ideas, que el Platón encuentra cuando busca el ser de las cosas, las cuales no son propiamente. La realidad concreta es distinta de lo que es verdaderamente. Recordemos que Platón se mueve en el horizonte del pensamiento socrático, y Sócrates buscaba las definiciones y pretendía establecer la esencia de las cosas. La definición parte del supuesto de la identidad y permanencia de los entes. Volviendo a Platón, considera que lo constitutivo del mundo de las Ideas es lo verdadero y que lo que constituye al mundo de las cosas es lo defectuoso.

Decir Idea es remitir a la Forma, y es el supuesto del conocimiento y de la visión de las cosas como tales. En ellas está el ser verdadero, en la materia lo múltiple, mudable, perecedero. La idea es una, inmutable y eterna, es en absoluto y no posee restricciones. El ser de las cosas es subordinado y deficiente.

Platón es dualista, escinde a la realidad en dos mundos.

El método para conocer es recordar, ya no se trata de ver lo que está fuera sino recordar lo que está dentro del hombre. Las cosas son un estímulo y también la sombra de las Ideas.

Su antropología también responde al dualismo, porque considera al hombre como ente caído y como participante de la verdad gracias a su alma inmortal.

Volviendo al tema de la realidad dividida, podemos situar en dos grandes conjuntos los conceptos por un lado apariencias, sombras, cosas reales, conjetura y creencia (correspondientes a la Doxa u opinión, despreciada por Platón) y por otro, inteligibilidad, verdad, objetos matemáticos, ideas, discurso y visión noética (correspondientes al Nous o conocimiento, enaltecido por Platón). Hay entre estos dos mundos una unidad fundamental, se integran por el paso del hombre.

Las ideas (lo uno) y las cosas (lo múltiple) se relacionan por el concepto de participación. La identificación del ser con la idea y del ente con la cosa, está claramente presente.

Las ideas se ordenan jerárquicamente, ocupando el lugar principal la idea de Bien, que como un sol ilumina a las demás.

Quien se encarga de adecuar ideas y cosas es el hombre, cuya alma ha visto la verdad alguna vez. Ésta posee una estructura tripartita: sensual, irascible y racional. Cuerpo y pasiones son despreciados y la razón, enaltecida.

Esto tiene una correspondencia inmediata con la ética platónica y su noción de virtud, a cada parte del alma le corresponde una: templanza, fortaleza, sabiduría. La virtud suprema es la justicia, como así también en la República, donde se traduce a la teoría de la constitución civil, la moral individual.

Para Platón existen tres clases sociales: la de trabajadores (comerciantes, industriales y agricultores), quienes deben producir y ejercitar la templanza; los guerreros cuya función es la defensa y su virtud a ejercitar es la fortaleza y por último (o quizás primeramente) los filósofos que con su gran sabiduría debían educar y dirigir.

La justicia es para Platón el equilibrio y la buena relación entre las clases y con la comunidad social.

Es claro como en toda la concepción platónica se advierte una profunda subordinación del individuo al interés de la comunidad.

Pone atención al hombre como intermediario en relación a la filosofía, entre sabio e ignorante, conciente de una falta de determinado saber. Buscar lo que no se tiene, en esto consiste el amor. Búsqueda de la belleza que comulga con la verdad.

La exposición sobre la doctrina platónica rebalsa de significados, definiciones, y hasta en un cierto punto de aspectos obvios y fácilmente adivinables. Es claramente comprensible. Pero no ayuda a pensar la condición humana que es por naturaleza incomprensible, misteriosa, sorpresiva, imprevisible. Aquí es donde surge el sentido.

Sentido, vida, muerte, ser, no-ser, marcan el carácter de otro tipo de filosofía que no se define por el dualismo separatista, sino por su matiz totalizante. No atiende con exclusividad a un solo polo de la realidad, esa es su característica. No prioriza un aspecto y desecha al otro. No comete el mismo error que la filosofía clásica o parcial. No pone el acento solo en la afirmación sino que lo comprende como contrapartida de la negación, a la cual le da un lugar, por primera vez. Lo ideal, actual y científico ya no son los protagonistas exclusivos, se presentan con ahínco en esta obra lo concreto, lo posible y la opinión.

María Zambrano puede ser considerada como una filósofa de la sombra. Nos habla sobre Séneca, pero no a la manera luminosa e ilustrada a la que fatalmente estamos acostumbrados a leer a los filósofos antiguos, lo hace desde una perspectiva nueva. O quizá más originaria aún que la acostumbrada. Para el filósofo estoico, la preocupación por la vida iba indefectiblemente de la mano de la cotidianeidad de la gente común, aspecto incompatible con la idea de filosofía y de política sostenida por Platón, quien además reconoce la importancia del pasado y el futuro en relación a la contemplación de las ideas. Séneca se aleja de la típica concepción temporal y se centra en el presente.

La filósofa apunta a que tener o estar en una cultura significa tener detrás de nuestra vida individual un tesoro, que a veces puede tener nombre y figura o a veces puede ser anónimo. Es necesario recordar y rememorar. Es central la importancia del anónimo, de este sin nombre, de este saber no sabido, por su enorme carga de significaciones. Es posible conocer incluso hasta lo que toda una tradición ha olvidado. Todo lo que pertenece al pasado necesita ser revisado y aclarado.

Señor Platón, no es Ud. dueño ni descubridor de la verdad absoluta, aunque ame esas dos palabras.

Pareciera que el hombre puede ser de tal o cual manera según quien sea el que realice su descripción. Hay distintas versiones del hombre. Es hasta inmaduro absolutizar una. Pero el ser humano es una criatura perezosa, que adora la claridad que le viene dada y resumida nítidamente. Prefiere creer algo que no piensa ni comparte, antes de salir a buscar entre las sobras algo nuevo con que alimentar su alma. Puede culpársele? Sí y No. No porque la mayoría de los hombres tiene el cerebro delimitado por un molde universal Made in Grecia Clásica, y Si por que tiene la suficiente responsabilidad, madurez y autonomía escondidas en su ser como para dejar de escuchar la eterna canción filosófica.

Se desprende de todo esto que, lo claro y evidente no seduce. Pero parece que lo misterioso al seducir, nos da temor.

Volviendo a los estoicos, la tarea de la filosofía es la de hacer frente a las desgracias particulares que toda vida lleva consigo. Ni Amor, ni Belleza, Ni Verdad.

Nos tendríamos que alegrar de esta filosofía que da un lugar al individuo por sí mismo y no como un engranaje más el cual puede ser necesario o puede ser suprimido en beneficio de la maquinaria enorme de la sociedad. Alienación no es sinónimo de integración.

La alta razón propuesta por Platón es incompatible con la vida real y concreta, sirve para el imperio y para el poder. Séneca propone una razón desvalida, al margen del Estado. También una vida ya no atravesada por la razón sino por la resignación, movimiento regresivo, vuelta y retirada hacia algo que se había abandonado.

El filósofo estoico dejó a la pura sabiduría y se abocó al hombre de cualquier clase y condición. Ya no se trata de todo lo que se sabe, sino de la necesidad del otro. La razón deja de ser dogmática para ser persuasiva, entre lo que puede leerse la capacidad del hombre de encontrar (si se busca) la fortaleza en el desamparo mismo.

Zambrano señala atinadamente que Séneca no nos agobia como tantas figuras históricas, porque no se encuentra allá a lo lejos y petrificado. Surge por que nuestra necesidad lo llama. Nuestra indigencia le da sentido.

La finalidad del saber para Séneca no es conocer, sino aprender a vivir y a morir. Es un sabio a la defensiva, está situado en una zona amarga, donde no hay esperanza y es necesario hacerse cargo. Aprender a moverse entre la relatividad constante que es la vida. Lo absoluto y lo inmutable, no figuran.

El tema del tiempo en Séneca acarrea nociones centrales, que en el tradicionalismo se encuentran al margen. El tiempo es la substancia misma de la vida, que decide todo lo demás. Se descubre en un momento de trance cuando algo ha dejado de ser, cuando algo nos ha abandonado. Esto se verifica en un momento negativo dentro de la propia vida, en la que se ha perdido alguna cosa que antes llenaba ese momento. Permanencia, presencia, plenitud, afirmación no forman parte de esto.

En “De la tranquilidad del ánimo” y “De la brevedad de la vida”, Séneca habla con los imperfectos, mediocres, malsanos, temerosos y atentados, lo que lo aleja kilométricamente de Platón, como así también la concepción de que la enfermedad y la cautividad entre otras desgracias son parte de la naturaleza del hombre, cuya existencia es revoltosa.

La esperanza es un estorbo para la vida, ya que pone el acento en el futuro y desperdicia al presente…

En la modernidad, la consideración del presente como lo único actualmente seguro, cierto y al alcance del hombre, como la reflexión en contacto con la realidad y la relegación del principio de autoridad a un segundo plano, son ráfagas que propulsan el surgimiento de filósofos como Pascal, que da lugar a lo escondido en la centralidad de su concepto de Dios, que no es ratio ni quietud ni frialdad ni lejanía, sino misterio.

La certeza no es lo que guía, sino la más alta de las probabilidades. Es el pensador de la apuesta. Valoriza el sentimiento, la razón no puede explicar al hombre en su totalidad.

Coincide con Séneca sobre la preferencia del hombre por lo seguro y establecido. Esto último constituye la justicia. Podríamos pensar en este punto qué ocurre con los hombres que no pueden elegir, que viven en un momento de peligro y en la inseguridad absoluta.

El hombre es un ser intermedio, también para Pascal, entre el ángel y la bestia. Un poquito de dualismo por aquí, otro poco por allí.

El ser está sujeto a la espacialidad y a la temporalidad, que según Améry no son solidarios, como se creía.

El tiempo está siempre en nosotros y el espacio está en torno a nosotros.

Plantea que para rastrear el tiempo hay que ceder al desorden. Hagamos silencio… escuchemos como Platón se rasga la toga de tan solo considerar el abandono de la idea de orden.

Descubrir el tiempo propio es vivir a-históricamente.

Tristemente, el hombre necesita de la sucesión clásica del tiempo para estar tranquilo. Pareciera que nuestro esquema mental consta de piezas que deben estar en el momento y lugar precisos para que todo funcione.

La muerte es la ausencia en el espacio.

Según Marina Tsvietáieva, entre el muerto y nosotros se establece un vínculo cementerial, absurdo, un no- vínculo.

La ausencia es la no-presencia.

Parece que nada de estos filósofos tiene que ver con los postulados platónicos. Son su contra-cara sin necesidad de una co-existencialidad. O quizás si. Depende de donde se vea. Interpretación y perspectiva.

Aunque el recuerdo podría ser un denominador común, para uno y otros la finalidad o función es tan opuesta que hasta parecen método, concepto, herramienta, diferentes. Pensamiento y presencia, duelo y ausencia, ¿simple y claro o complejo y confuso?

Platón es el exponente más acérrimo del pensamiento culto. Como vimos, desprecia a la creencia y a la opinión. Rodolfo Kusch invierte esto y plantea como válido al pensamiento popular, a la opinión, a la negación. Hacer conjeturas es donar sentido.

Se desprecia a la opinión por su fondo emocional, porque no se basa en la realidad. Nuevamente se nos hace presente un hombre como cómodo y también desconfiado de aquello que no resulta claro. Junto con Platón, Kant, Scheller y Marx desprecian la opinión por aparente, confusa y plurívoca.

La opinión es firme, está más arraigada y puede incluso fundar al juicio científico, o derribarlo completamente. Por ejemplo: Señor Platón NO CREO en su teoría de las Ideas.

El pensar culto pretende no contradecirse, el pensar popular trabaja sobre las contradicciones que son propias de la naturaleza, de lo humano, de lo existente. No se trata de decidir sobre lo verdadero o lo falso, se trata de la posibilidad de decidir.

La lógica que nos viene dada residualiza la negación, cuando en realidad es ciertamente necesaria para encontrar puntos en común, por ejemplo entre el pensar del colonizado y del colonizador.

La filosofía oficial desprecia lo posible, manantial de la existencia. Subordina el no-ser, que para Kusch es el estar, que da lugar al misterio y es donde se logra el ser.

La negación no cierra. Es apertura y afirmación de nosotros mismos que nos afirmamos al negar al otro que nos oprime.

Según Octavio Paz, la preeminencia de lo cerrado frente a lo abierto se manifiesta como amor a la Forma que para el Señor Platón es verdadera, perfecta, ideal. Para un filósofo-poeta como Paz es mutiladora de nuestro ser, impedimento de nuestra expresión y negadora de la satisfacción de nuestros aspectos vitales. El orden es una esfera segura y estable. Se contrapone a la fiesta, caótica, poética, criminal, a la que el hombre modelado occidental temería ciertamente.

La verdad no es una, no es orden y no es eterna. Se encuentra repartida en las verdaderas particulares de cada pueblo y también de cada individuo. Esto no constituye para nada un relativismo, como si lo constituye la absolutización de la verdad. Esto es totalizante, abarcativo, integrador.

Es vital que entendamos esto y que podamos pensar la realidad, parafraseando a Benjamin, como lo fáctico y lo posible. No se trata de actualizar las posibilidades truncas.

Es necesario construir la filosofía desde un nuevo lugar y romper con la tradición unívoca que nos viene dada. Lo objetivo y discursivo no sirven para interpretar o comprender este tiempo, ni ningún otro.

El avance ilimitado de la técnica junto a la banalización de la muerte y de la vida en un afán frenético por lograr un objetivo absurdo, nos ponen cara a cara con la obligación de hacer justicia por los individuos que testimonian un pasado no contado ni por la historia ni por la filosofía oficiales. No se trata de vengarlos para asegurarnos un presente algodonado. Se trata de construir un presente que no sea la consecuencia lógica de un pasado que ignoramos por no ajustarse a nuestro modelo mental de unidad, inmutabilidad y eternidad.



Bibliografía Utilizada:

  • Blas Pascal, Pensamientos.
  • Jean Améry, Revuelta y resignación.
  • Julián Marías, Historia de la filosofía.
  • María Zambrano, Séneca.
  • Marina Tsvietáieva, Un espíritu prisionero.
  • Octavio Paz, El laberinto de la soledad.
  • Reyes Mate, Medianoche en la historia.
  • Rodolfo Kusch, La negación en el pensamiento popular.