lunes, 19 de mayo de 2008

La tumba de las luciérnagas de Akiyuki Nosaka

Nosaka, el autor de esta novela corta, dio al personaje de ésta, llamado Seita, las mismas notas definitorias propias de su vida. Ambos huérfanos y vagabundos. La diferencia es que el personaje muere también físicamente. ¿También físicamente? Así es. La muerte es un fenómeno misterioso que no solo atañe al cuerpo… si no también al alma…Rebajar la existencia humana hasta casi el “no – ser”, no se limita a torturas corporales. Esto es sabido. De esto se han valido los que han llevado a cabo las masacres colectivas. Más rápido y sencillo hubiera sido, por ejemplo en el régimen nazi, erradicar la raza judía, poniéndolos contra un paredón y tirotearlos. Pero encontraron una utilidad en la anulación de lo que es propiamente humano y que es la dignidad.

Volviendo a la novela, decía que no sólo se muere uno físicamente. En este tipo de circunstancias de guerra, donde el padre se fue a servir a la patria, la madre enferma sobrevive a duras penas dos días luego del bombardeo y la hermana es sujeto de diversas patologías que comparten el horror de ser padecidas, creo que Seita murió de a poco, se fue muriendo todos los días.

Con “Hiroshima” de Hersey, me asombré del cuidado de los japoneses. Después de leer esta novela, sigo asombradísima. Poner atención en ocultar la materia fecal amarillenta, consecuencia de su enfermedad, o limpiar a su hermana cuando terminaba de orinar, creo que se parece bastante a cuidar la dignidad que queda. Y en esto radica para mí lo magnífico del texto, el personaje vive en medio de dos fuerzas coexistentes, muere de a poco pero dignifica la vida que queda. Las tiernas contestaciones a su hermana, la consideración de no evocarle recuerdos que puedan desembocar en tristeza, son manifestaciones que caben dentro de este grupo. Ser considerado en esas circunstancias es algo que el occidental no puede comprender. Pero sí admirar.

Poder conservar la cordura en esta situación es algo que muchos japoneses han logrado. Creo que la sensación de orden y equilibrio es lo que la estructura mental humana, ya sin distinción oriental – occidental, nos deja tranquilos y mansos. ¿Alguna vez podrá comprender el hombre que la vida se constituye de contrarios? Pareciera como si nos percatáramos de la existencia de los opuestos cuando las circunstancias son adversas. Sería productivo ver en la cotidianeidad que esto sucede. Pero en el caso de Seita, la apreciación de los antagonismos se ha hecho presente en esta instancia, extrema. Por que el ser humano se pone en contacto con la parte mas humana de sí, la que incluye la oscuridad del ser, en estos momentos. Nosotros, que no pasamos por los bombardeos, experimentamos esto cuando alguien querido muere, y nos encontramos en la sala velatoria o en el cementerio. Y en ese momento es que uno siente que va a perder la cordura. Uno siente volverse loco, cuando en realidad lo que se está modificando es ese equilibrio preestablecido.

Los recuerdos de los buenos tiempos cohabitan con la realidad desesperante.
Pueden ser un aliciente para seguir adelante. O pueden no serlo.
El agregado de crueldad a la situación puede ser causa de una tristeza insuperable. O puede no serlo. La consideración de un grupo de luciérnagas como potenciales dadoras de luz en una cueva puede ser una idea absurda. O puede no serlo. Que éstas lámparas aladas mueran y sean sepultadas puede ser una locura. O puede no serlo. Que sean compañeras de la que antes fue su sepulturera puede ser tiernamente inútil. O puede no serlo.

Lo que puede ser y lo que no, está dividido por una muralla invisible pero cortante en el mundo equilibrado. En el caos la pared que separa pierde consistencia, se volatiliza y los opuestos no sólo se tocan, sino que adquieren existencia.

Creo que esta mezcla entre recuerdos, realidad, amor, crueldad, soledad, compañía, imaginación, concretos constituyen dos grandes masas coloridas por tonos diferentes, pero que se funden. Como en las canicas.