sábado, 13 de septiembre de 2008

“El jardín de los senderos que se bifurcan” de Jorge Luis Borges

El antepasado del personaje del cuento, de este espía oriental, es en realidad el personaje central. O quizás sea el creador del verdadero personaje principal: el Laberinto, que también es el Libro. O quizás el laberinto sea Filosofía. Puede serlo todo en este mundo y en este tiempo, y no serlo en otros mundos y tiempos posibles.

Si es válido equiparar al Laberinto y Libro porque comparten sus características intrínsecas, creo que también es válido sumar a la Filosofía y componer una igualdad que conste de tres términos, que en este preciso mundo parece inconcebible pero que en otro es capaz de ser.

¡Qué complejo es fijar determinaciones sobre un tema que abarca asuntos inmutables en un mundo determinado por la contingencia!

Dejando de lado esta pretensión, podemos afirmar que el hombre mundano toma una opción entre varias, descartando a las otras. El filósofo mundano hace lo mismo, se define por una corriente filosófica. La diferencia radica en que si bien uno debe conocer todas las opciones antes de optar por una, la opción filosófica supone la contemplación de lo que está establecido comúnmente como la totalidad filosófica. El involucrarse de lleno con las opciones vitales cotidianas implicaría vivirlas, y al hacerlo con la primera ya estaría hecha la elección y fin del asunto. Con la filosofía pasa algo diferente, es la vida y por ende se nos une, y de la misma manera se nos aleja. ¿Será realmente filósofo aquel que pueda optar por lo superlativo de cada rama filosófica? ¿Multiplicaría esto la riqueza del alma humana? ¿Cómo nos sentimos ante la no posibilidad de no elegir? ¿No se trata de la incomodidad con el tiempo que nos hace existentes y no nos deja más opción que existir? “La vida es una cárcel con las puertas abiertas”, entonaba Andrés Calamaro.

La cuestión del tiempo aparece como el denominador común filosófico. Podríamos enumerar muchos filósofos que han basado sus sistemas en él. El tema del cambio es una cuestión temporal, “Ser y Tiempo” puede ser un ejemplo más de esto. No es posible fijar, como tanto disfruta el hombre, parámetros existenciales sobre el tiempo. Tenemos relojes, calendarios y otros inventos, lo dominamos parcialmente o creemos que lo hemos hecho. Pero más explicaciones, quizás profundas o realmente útiles no. Algunos filósofos enuncian expresamente el nudo problemático del tiempo, y otros lo omiten, pero tácitamente es evocado. Podemos pensar la íntima conexión entre los monádicos mundos posibles de Leibniz y la creencia en infinitas series de tiempos aproximados y bifurcados del pensador del Laberinto. Cada vez que se piensa el tiempo se cuela.

Laberinto de laberintos. Meta laberinto y laberinto objeto. Salida de uno mismo y percepción abstracta del mundo.

Vida de vidas, Filosofía y vida. Salida de uno en una especia de asepsia contemplativa con pretensión no relativa y unión indefectiblemente mundana pero inherente.

Que estemos en este mundo azarosamente pensando en una posibilidad factible de ser una entre infinitas desde una totalidad de lo cual contemplamos su todo (aunque como humanos nos aproximemos a una parte) no dice expresamente Filosofía. Se nos oculta evidentemente y por eso está enfáticamente presente.

Caminos rectos que se bifurcan, convergen y se curvan. Explicaciones racionales y místicas sobre la vida humana y divina. Un cuento que cuenta un cuento. Igualdad infinita y posible entre Laberinto, Filosofía y Libro.